Tiempos remotos existió una espada maldita, una espada forjada por la mismísima Plaga. Aquella espada fue empuñada por los peores seres que nadie puede imaginar. El último ser que empuñó dicha espada cayó hace varios años, quedando la espada a salvo de cualquier villano que quisiera apoderarse de ella. Ahora la espada descansa en las profundidades de una cueva sobre los fríos cielos de Cuna del Invierno, sepultada bajo la escarcha helada, a la vez custodiada por innumerables yetis que rondaban por la zona.
La tranquilidad de la zona pronto terminó, una siniestra figura envuelto en una capa de oscuridad entró en la cueva, sus pisadas hacían temblar el recinto... Los yetis se lanzaron contra el, mostrando sus largos y afilados colmillos. La figura alzó una mano y paralizó a las bestias al instante, habían quedado atrapadas en un espacio que nada tenia que ver con la vida ni la muerte. Mientras, la figura continuaba atravesando la cueva con el fin de llegar al final de ella... . Una vez ante la espada sepultada, la figura soltó un fuerte grito, y próximamente colocó su mano sobre la pared de hielo que custodiaba la espada, agrietándose la pared de hielo y deshaciéndose lentamente, dejando caer la espada a los pies de la figura, que a continuación, empuñó la espada. Un fuerte destello de luz oscura comenzó a desprenderse de la espada, introduciéndose en el cuerpo de la figura... . Una vez empuñada la espada, la figura se dirigió hacia la salida de la cueva. A la salida, un gnomo observaba la escena aterrado, escondiéndose entre la nieve a fin de ser visto por aquel ser, que próximamente alzó unas palabras apareciendo entre la tormenta de nieve un oscuro talbuk. Aquel ser, cabalgó hacia algún lugar de Azeroth con el poder de la espada maldita.
El gnomo, salió de su escondite atónito por lo que habían visto sus pequeños ojos, entró en la cueva rápidamente, cuando llegó la final, observó que faltaba algo... . La espada había sido empuñada de nuevo, una espada llamada Lhin De'Mer . Una espada que durante años la gente de esa tierra la había protegido de cualquier ser que quisiera apoderarse de ella, y que terriblemente, lo habían logrado, se habían hecho con la espada.