Muerte gélida y confusión.

Frío... Nieve.... gélidos vientos rondaban nuestros cuerpos, avanzabamos, a duras penas por el camino que recorría el Valle de Alterac, alzé la mirada, y vi el Bunker Ala Gélida, pero el frío que inundó mis ojos me hizo bajar la vista.

De repente, una explosion sacudió mis oidos, el suelo comenzó a temblar. -¿Qué ha ocurrido? - Nos preguntabamos, y en ese momento una flecha atraveso la garganta de nuestro suboficial.

- ¡En Guardia! ¡Formación defensiva! ¡ Arqueros disparad! - grito nuestro capitán.

Con la nieve en nuestras armaduras nos movimos con gran agilidad, alzamos los escudos y empredimos la carga contra un enemigo invisible de momento... de momento... unas siluetas comenzaron a materializarse a 30 metros de distancia.

Bolas de fuego y de hechizos que jamás sabre que son recorrian el camino, y entonces, llegó, el combate cuerpo a cuerpo, una carnicería sin censura, no habia piedad, no habia sufrimiento... no habia gloria.

En ese momento, una lluvia de fuego cayó sobre nosotros, fundiendo la nieve, en un acto reflejo, corrí en dirección al acantilado que se extendia al lado del Bunker, llegue al borde, y una explosión me lanzo hacia abajo, mientras caia, logre aferrarme a una raiz congelada, las quemaduras de mis ropas y de mi piel me abrasaban, entonces, una vara metálica surgió de arriba, sin pensarmelo dos veces, me agarré a ella, y una fuerza me ascendió, cuando llegue al borde superior me puse en pie como pude y me quede asombrado.

Dos tauren me habian salvado la vida, ellos al verme empezaron a hablar en un idioma inteligible para mi, yo me esperaba un empujon o una muerte rápida, pero en su lugar, me dieron una palmada en los hombros y me hicieron señal de que los siguiera.

Corrimos entre las gélidas nieves del Valle de Alterac, a más no poder, desfalleciamos de cansancio cuando visualizamos una figura, mediria 2 metros de altura, y portaba una arma borrosa por el hechizo arcano que desprendía. Un tauren resbaló y rodó hacia la silueta, esta, sin inmutarse apenas, hizo un breve gesto con la mano y el tauren desapareció. Su compañero y yo nos quedamos perplejos ante esa visión, mas cuando quisimos reaccionar, el hombre, que ya podiamos distinguirlo con claridad, hizo otro gesto similar y el tauren restante se voratilizó.

Di media vuelta y emprendi una huida, breve, porque tropeze y cai rodando por la ladera colindante, rodé y rodé hasta chocarme de bruces con un roble, allí, silencio, esperaba ver la silueta misteriosa, pero jamas la volví a ver.

Con mis ultimos alientos grite el nombre de mis compañeros y amigos del pelotón. Mas mis voces solo cayeron en oidos sin vida que se enfriaban al ámparo de la noche...